Voldemort quiso salvar a Jimbo y se metió en la máquina del tiempo del muchache caraperro que mató a Adolf Hitler en la historieta del noruego radicado en Francia. Una vez en el pasado, Voldemort descubrió que estaba en la tierra de los marranos, cerca del valle de la calavera, el Gólgota. Allí, lo vio, sentado en el pelado: Jesús, el etílico ictícola multiplicador de panes. Los marranos se le acercaron, cantando canciones de reguetón para distraerlo y emboscarlo. Pero Jesús no era ningún boludo y les transmutó el cincuenta por ciento del líquido de su interior en Fernet con Inca-Cola.
Hablen, puercos. ¿Cuál es su nombre?
Y los beodos porcinos:
Mi nombre es Legión. Porque somos muchos.
Jesús:
Jetón intruso, tocá de acá antes de que me los viole a todos de forma violenta, no como Kokún.
Los cerdos se cagaron encima de terror. Salieron corriendo y se tiraron al agua a morir. Vino el dueño de los cerdos y gritó:
¡Mis cerdos, mis preciosos cerdos! El hombre era amante de los cerdos, un hombre con máscara de jabalí y espada aserrada con pilchas de furry-sarraceno. Jesús le hizo morir con un poder ictícola que generó dentro del pecho del hombre un cardumen de pirañas marabunta. Luego activó un comando: resucitar, pero con una programación para que ese acto ocurra recién después de tres días. Luego hizo la teleport de Scorpion y apareció en Jerusalén y se tomó unos vinos con Matusalén y Omar Jayyam. También estaba el Rey Momo y Dionisio el zoroastra. Y luego cayó don chino, el que dictó al aduanero las 81 weas (algunos les dicen "vainas" del Tao Te Chingón). También cayó a la tertulia el gordo con la capocha cubierta de caracoles amigues y aliades.
Me hubiera encantado estar ahí. Tocaron canciones con la guitarra y terminaron con las bodegas de vino de dátiles que Herodes guardaba para congraciarse con Poncio Pilatos.